sábado, 27 de abril de 2019

Fracaso de la izquierda y la derecha en América Latina

El problema no es la izquierda ni la derecha: el problema es la corrupción y el mal gobierno
Por Venus Rey Jr
Publicado originalmente en el número 28 de la revista Ruiz Healy Times, p. 18. Descarga un ejemplar de esta publicación aquí




Cuando la izquierda llega al poder, culpa de todos los males del país a la perversa derecha. Y lo mismo sucede viceversa: ¡Ah, la perversa izquierda!, dicen. Lo hemos visto en Argentina, en Brasil y, no sería raro, dadas las tendencias, que pudiéramos verlo en México.


Dilma Roussef y Luiz Inácio Lula da Silva
Luiz Inácio Lula Da Silva prometió erradicar la corrupción, crear prosperidad para la nación y rescatar a millones de brasileños de la pobreza extrema. Su proyecto fue refrendado en el voto que el pueblo de Brasil otorgó a Dilma Roussef, quien ganó la presidencia pero no pudo finalizar su periodo porque el Senado incoó contra ella un proceso de destitución por escándalos de corrupción. Entonces Michel Temer, de un partido de centro, asumió la presidencia. ¿Qué pasó? Lula está en prisión, Roussef fue destituida y Temer enfrenta graves problemas legales y muy probablemente también vaya a la cárcel. La izquierda brasileña no está exenta de la mácula de la corrupción.

Antes, los presidentes de derecha habían hecho de las suyas en Brasil. El gobierno fue fuente inagotable de riquezas para los políticos. El derechista Fernando Collor de Melo ganó la presidencia venciendo a Lula Da Silva (en su primer intento por alcanzar el poder) y asumió el cargo en marzo de 1990 prometiendo que renovaría moralmente al país y que acabaría con la corrupción, pero no duró ni tres años, porque el Congreso lo destituyó, para no variar, por escándalos de corrupción. El joven presidente Collor de Melo –la persona más joven jamás en el cargo–, que había alimentado las esperanzas de millones de brasileños, resultó ser una muy dolorosa desilusión. La derecha había, pues, fallado. Lula Da Silva no dejó de aprovechar la situación para señalar y condenar a la derecha e hizo todo lo posible para que Fernando Collor fuera destituido. Itamar Franco acabó el periodo y de nuevo llegó el momento de una nueva elección.

Lula estaba seguro que esta vez vencería. El contrincante fue Fernando Henrique Cardoso, ministro de Hacienda del gobierno saliente. No era el candidato de la derecha, sino del centro. La derecha, después del vergonzoso episodio de Collor de Melo, no tenía posibilidades de ganar. La estrategia de Lula en esta nueva campaña fue señalar que todos los aspirantes a la presidencia, menos él, claro, tenían las manos manchadas de corrupción. Pero el electorado brasileño se mostró temeroso ante la posibilidad de que la izquierda progresista arribara al poder. 

Cardoso venció dos veces a Lula. El final de su segundo periodo se caracterizó por problemas económicos que provocaron devaluación y pérdida del poder adquisitivo. También hubo sonados casos de corrupción. Lula aprovechó estas circunstancias y finalmente ganó la presidencia venciendo al candidato oficialista.

Felipe Calderón y Luiz Inácio Lula da Silva
Las cosas marcharon relativamente bien para Lula. Se convirtió en un referente mundial, en el indiscutible líder de las Américas. Mientras México tenía a Fox y luego a Calderón, Brasil tenía un estadista respetado y reconocido por todos. Al final de su mandato gozaba de gran popularidad y aprobación, de modo que fue relativamente fácil que la candidata de izquierda, Dilma Roussef, se llevara la elección. Pero, como señalé al principio, el sueño de la izquierda brasileña acabó en una pesadilla.

Derecha, izquierda y centro fracasaron. El saldo: un presidente en prisión (Lula), una presidente destituida (Roussef), otro presidente en proceso penal por corrupción (Temer) y un pueblo brasileño empobrecido y humillado. 

Jair Bolsonaro
En todos los países, la administración en turno es la “peor de la historia” y es quien paga los platos rotos. Eso fue lo que pasó con Lula y Roussef, pues, a final de cuentas, Temer fue sólo el designado para terminar el periodo de la Roussef. Así pues, el culpable actual de todos los males de Brasil, según el adagio que dice que el presidente en turno es el peor, es la izquierda: el PT o Partido de los Trabajadores. El pueblo de Brasil llegó a un “hasta-aquí” y le pasó factura al izquierdista Fernando Haddad: eligió a Jair Bolsonaro, candidato de la extrema derecha. La desilusión del electorado brasileño convirtió a un fascista en presidente. ¿Será capaz de erradicar la corrupción y el mal gobierno?


La corrupción no es algo que se pueda erradicar fácilmente. Me refiero a nuestros países latinoamericanos. Está tan arraigada, que es inconcebible pensar en México, Brasil, Argentina, etcétera, sin ella. Es una vergüenza decirlo, pero la corrupción es parte de la esencia de las democracias latinoamericanas. Como no puede ser extirpada a través de medios ordinarios, es decir, por la simple aplicación de la ley, se requieren acciones rotundas y extremas. Por eso la corrupción está mostrando ser campo fértil y caldo de cultivo para los populismos más extremos. Lo hemos visto muy claramente en Brasil.

Argentina es un caso increíble y un ejemplo de cómo la corrupción y el mal gobierno son capaces de arruinar las condiciones económicas más favorables. Es un país que no tiene desigualdades educativas y culturales tan extremas como las de Brasil o México, ni tiene una población gigantesca. Argentina es un país enorme, con un territorio muy fértil y con toda clase de recursos naturales. Es tan rica que es inconcebible que haya pobreza. Con poco menos de 45 millones de habitantes, si Argentina se administrara y gobernara bien a sí misma, debería tener condiciones de bienestar material aún mejores que Canadá. Pero no: Argentina es un caos y cada vez va peor. A pesar de tener algunas de las regiones más fértiles del mundo, hay argentinos que padecen hambre.

La democracia llegó a Argentina después de una dolorosa y criminal dictadura militar. Videla, Viola, Galtieri y Bignone encabezaron uno de los regímenes militares más sanguinarios que se han visto en el continente. Pero al fin llegó la democracia y con ella la esperanza de millones.

Ménem en campaña
Las cosas marcharon mal desde el primer presidente del nuevo periodo democrático. El centro-izquierdista Raúl Alfonsín enfrentó problemas económicos muy graves que llevaron al país a una hiperinflación. No terminó el mandato y el cargo fue asumido por quien ahora es uno de los personajes más odiados en la historia del país sudamericano: Carlos Saúl Menem. Con todo y que su partido, el Justicialista, se puede definir como de centro, Menem emprendió acciones y políticas económicas neoliberales, e inició un proceso de privatización muy similar al que llevó a cabo Carlos Salinas en México. Menem fue el Salinas argentino; Salinas fue el Menem mexicano. Privatizaron absolutamente todo y durante sus mandatos tuvieron lugar algunos de los episodios de corrupción más escandalosos de que se tenga noticia.

El gobierno de Menem acabó tan mal o peor que el de Alfonsín: en el último año de su administración se colapsó el sistema bancario del país y el producto interno bruto decreció 4 puntos. O sea, el PIB en 1999 fue de -4%, una verdadera tragedia. La figura de Menem fue tan infame, que los argentinos ni siquiera pronuncian su nombre, porque es como de mal agüero. Se refieren a él como “quien tú ya sabes”, algo así como “el innombrable” Salinas. El desencanto de los argentinos fue mayúsculo y millones de personas lo perdieron todo mientras veían cómo el presidente y los políticos se enriquecían a manos llenas.

Si los argentinos pensaron que con Menem tocaron fondo, se equivocaron. En la misma línea neoliberal, asumió la presidencia Fernando de la Rúa. La situación económica era tan caótica –la gente ya no pudo sacar su dinero del banco durante el angustiante episodio conocido como El corralito– y la inflación estaba tan fuera de control, que el presidente de la Rúa tuvo que renunciar al segundo año del cargo. No pudo: tiró la toalla, por motu propio y por presiones políticas, pero se fue. Y créalo usted o no: el partido de Menem volvió al poder (algo así como el regreso del PRI después de las administraciones panistas).

De la Rúa fue sustituido por Adolfo Rodríguez Saá, del Partido Justicialista, pero duró apenas ocho días en el cargo. En medio de las más completa inestabilidad, Eduardo Duhalde pudo completar el periodo de De la Rúa. Y entonces llegó el populismo de izquierda: los Kirchner.

Néstor Kirchner y Cristina Fernández


López Obrador protesta como presidente legítimo  de México
2003 fue un año importante para la izquierda latinoamericana: ese año llegaron al poder Luiz Inácio Lula da Silva y Néstor Kirchner. Para entonces, Hugo Chávez, un izquierdista aún más radical, ya gobernaba Venezuela desde 1999. Se decía que la América Latina doblaba hacia la izquierda, y era verdad: el progresista Tabaré Vazquez ganó las elecciones en Uruguay en 2005, Evo Morales llegó a la presidencia de Bolivia en 2006, Rafael Correa se convirtió en presidente de Ecuador en 2007 y ese mismo año Daniel Ortega asumió el poder en Nicaragua. Cualquiera hubiera dicho que por esas fechas la ola izquierdista también impactaría a México, y de hecho sí. La izquierda mexicana puso en serios problemas a la derecha en las elecciones de 2006. Ahora se sabe que la izquierda en México ganó la presidencia desde 1988, pero fue víctima de fraude. México habría sido uno de los primeros países en ser gobernados por la izquierda, pero por azares del destino, la izquierda mexicana ha sido de las últimas en llegar al poder. Y quizá sí sea cierto que en 2006 López Obrador ganó la presidencia. Nunca lo sabremos a ciencia cierta, porque los materiales electorales fueron destruidos. 

Volviendo a Argentina… tras doce años de gobierno izquierdista, los argentinos acabaron económicamente quebrados, muy desilusionados y… claro, votaron por la derecha. Resulta que se han abierto causas de corrupción contra funcionarios de las administraciones de los Kirchner, incluida la propia Cristina Fernandez, que no ha podido ser llevada a la justicia porque, en su calidad de senadora, goza de fuero. La crisis financiera le ha explotado en la cara a Mauricio Macri: de nuevo hiperinflación, alza de los precios de los combustibles, devaluación, desabasto y muchos males más, lo cuales, según el actual gobierno, se deben a los excesos populistas, asistencialistas y clientelares de los Kirchner. ¡Ah, la perversa izquierda!

Mauricio Macri


Cómo sea, centros, izquierdas y derechas fracasaron tanto en Brasil como en Argentina, y sumieron a ambos países en toda clase de males económicos, políticos y sociales.


La derecha y el centro han fracasado en México. Y ahora la izquierda llega y promete acabar con la corrupción y el mal gobierno. A diferencia de Argentina y Brasil, ¿tendrá éxito en esta misión? Pronto lo sabremos.


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